Practicar teatro es una actividad que aporta conocidos beneficios para niños y adultos. En la comarca del Noroeste y Río Mula se encuentran varias escuelas y talleres de teatro donde niños, jóvenes y adultos aprenden a subirse a unas tablas, a interpretar, a meterse en la piel de otros y al mismo tiempo pierden la vergüenza, ganan autoestima, desarrollan nuevas habilidades y se divierten.
Ana Peinado, doctora de psicología y profesora en la Universidad de Murcia, cuenta que el teatro puede favorecer la creatividad y las funciones básicas relacionadas con la capacidad de estudiar, como la atención, la concentración y la memoria. “Sobre todo se van a implicar las competencias emocionales: la empatía, la asertividad, la capacidad de autocontrol o la mejora de la autoestima”, explica. Asimismo, el teatro según la doctora mejora la percepción que uno tiene sobre sí mismo ante determinadas situaciones y favorece la autoestima.
Fernando Ripoll, profesor de la escuela de teatro de Cehegín que ha abierto un taller en Caravaca en “Don’t Stop Center”, coincide con Peinado. Ha observado a sus alumnos a lo largo de los años en que ha impartido clase, los más pequeños con el tiempo van ganando seguridad en sí mismos y habilidades sociales.
Su escuela comprende todas las edades a partir de los seis años, también adultos. Cuando trabaja con estos últimos se da cuenta de que el teatro les devuelve la capacidad de divertirse. “Es un espacio donde te permites hacer un ensayo de la vida, atreverte a hacer cosas que te pueden servir luego”, Ripoll cuenta que en sus clases insiste en poner el foco en el placer, no fijarse tanto en el error.
Antonia Martínez imparte junto a José Ángel Moya clases en el Taller Municipal de Comediantes en Calasparra desde 2021. Antonia cuenta que a través de juegos simbólicos los más pequeños entienden que representan papeles, que ellos no son. Además, durante las clases aprenden a manejar la voz: vocalizar, respirar bien para proyectarla y articular. “Lo más bonito como maestra es cuando aprenden a leer y descubren que el guion está escrito y lo van leyendo y siguiendo”, confiesa.
Antonia Martínez advierte de las diferencias entre niños y adolescentes. Según la profesora, los jóvenes son más independientes, creativos y le aportan más características al personaje. “Lo normal es que se aprendan el texto rápidamente, sugieren muchas ideas de vestuario, coreografía…, tienen más iniciativa”, asegura.
Alba Guirao, profesora de teatro en Teatro Infantil y Juvenil de Moratalla, coincide con el resto, “los beneficios van desde el desarrollo del lenguaje, de las habilidades sociales, la creatividad o la autoestima”. Su escuela de Moratalla está dentro de la asociación teatral, “Que se abra el telón”, donde imparte clase a veinte niños de entre cinco y doce años desde 2021.
Lola Salcedo lleva ejerciendo como profesora de la Escuela Municipal de Teatro de Caravaca desde hace 12 años. “Hay niños que entraron con una timidez extrema y salen hechos unos dicharacheros”, dice. Para trabajar con los niños más tímidos es necesario darles su espacio, respetar sus tiempos y generar un lugar seguro en el que los niños vean que no pasa nada por equivocarse. Lola cuenta que siempre les dice, “aquí venimos a equivocarnos y a hacerlo mal”.
Antonia Martínez coincide en que es útil fomentar la autoestima de los alumnos, tanto ella como su compañero tienen paciencia para no hacer reproches, “vamos con una metodología de disfrute”.
El teatro también es positivo para los adultos. Ana Peinado asegura que los beneficios se dan en la misma medida que en los niños, en el desarrollo de competencias como la memoria, la capacidad de ejecución o de concentración. “Es importante esa parte de descubrir habilidades en nosotros, motivarte de nuevo por cosas que has pensado que no podrías hacer. Los beneficios en cuanto a mejora de la autoestima y motivación son incluso mayores que en los niños”, advierte la psicóloga.
“Los adultos a veces tienen comportamientos muy parecidos a los niños. Conforme van siendo más mayores hay que enseñarles jugando, animarlos y apoyar su autoestima”, Antonia Martínez hace hincapié en que aprenderse el texto les ayuda a memorizar. Explica que los adultos cursan estas clases porque para muchos subirse a un escenario y actuar ha sido siempre un sueño sin cumplir.
Fernando Ripoll tiene una amplia experiencia en dirigir a personas con discapacidad, ya que ha trabajado en APCOM (Asociación de Familias de Personas con Discapacidad Intelectual). En este sentido, para él trabajar con personas con discapacidad supone adaptar las dinámicas en función del desarrollo cognitivo o motor que tengan los alumnos. “Supone ir a la esencia, con las personas con discapacidad te das cuenta de que tienes que ir al cariño, al respeto y a potenciar su autonomía”, cuenta.
Alba también tiene en sus aulas a niños con discapacidad, “hay que trabajar con otras pautas. Si tiene alguna dificultad en el lenguaje, para memorizar el guion, tiene que marcar sus tiempos”. Lola el año pasado tuvo a varios alumnos con discapacidad, “fue fácil, quizá al principio somos nosotros los que ponemos problemas y no los hay”.
En ocasiones, hay niños o adultos a los que se les recomienda asistir a talleres de teatro. Ana Peinado, desde el punto de vista clínico, explica que se suele aconsejar ir a clases de teatro a personas que quieran mejorar sus habilidades sociales o a quienes tengan problemas de autoestima, porque ponerse en la piel de otro puede ofrecer estrategias para enfrentarse a la vida. Además, para los más mayores ayuda a contrarrestar el deterioro cognitivo. Según Peinado, en estos casos beneficia la capacidad de atención, concentración o la memoria.
Antonia Martínez ha sido profesora durante veinte años, “he visto lo que advierten todos los psicólogos, de cómo un niño va progresando y cubriendo etapas de su proceso evolutivo”. Fernando Ripoll cuenta cómo una madre le dijo que su hijo había mejorado su gestión emocional, el niño hablaba de sus problemas con mayor facilidad. “He tenido casos de niños con TEA que han llegado a captar bromas de ironía, que para ellos es algo muy fuerte”, confiesa Ripoll.
Alba Guirao coincide y añade, “la frustración está vinculada a los niños y adolescentes, si saben controlar sus emociones saben llevar esa frustración”. También ha recibido respuestas de padres que han notado a sus hijos más abiertos en ámbitos sociales. Lola Salcedo sabe que hay niños que asisten por recomendación, pero advierte, “cuando alguien va como obligado tampoco funciona bien.”.
El teatro, una de las actividades artísticas más antiguas que existen, recoge la necesidad que tienen las personas de expresarse y contar historias. El teatro nos obliga a situarnos en la piel de otro, entender sus matices y complejidades, para luego comprender y expresar las propias.